Pero poco se habla de la soledad que se siente bajo palos y la responsabilidad en partidos que pueden decidirse en un simple descuido. Eran miles las maneras que Raimundo Pérez Lezama tenía de ocupar su posición bajo palos y era un espectáculo ver sus paradas. Pero sin duda, si hay un arquero referencia de la meta rojiblanca ese es Lezama. No fue hasta 2001 que ese Euskaltel-Euskadi accedió a la primera división del ciclismo y a una invitación para el Tour de Francia. Durante una década, los Pirineos eran sinónimo de ‘marea naranja’: hordas de aficionados vascos que copaban las cunetas del Tour de Francia (y en ocasiones también la Vuelta a España) vestidos con el color de ‘su’ Euskaltel-Euskadi. A él quiso legar Madariaga su criatura, y el alavés asumió el reto empezando por recuperar el profesionalismo y el color naranja. Estuvo a punto de perecer por pura asfixia económica en 1997, cuando la telefónica Euskaltel asumió el patrocinio principal y acabó por cambiar sus colores originales (verde, blanco y rojo: la ikurriña) por un verde botella que después dejó paso al naranja que todos los buenos aficionados al ciclismo recuerdan.
El nuevo proyecto deportivo de la ‘marea naranja’ sufrió un revés al quedarse fuera de la Vuelta a España, pero es el mejor ProTeam nacional según el Ranking UCI. La pasada temporada fue el peor de los cuatro equipos UCI ProTeam españoles en el Ranking UCI. En sus seis campañas de andadura sólo ha anotado cinco victorias: cuatro en distintas ediciones de la modesta Volta ao Alentejo lusa, y la de Antonio Soto en la Vuelta a Murcia de hace dos años. Una escuadra que se desvaneció cuando volaba más alto y que, tras un interludio de cinco años, regresó al pelotón profesional en 2018 para un nuevo proyecto hoy asentado en la segunda división del ciclismo mundial al que recientemente le cayó un jarro de agua fría al no recibir invitación para la Vuelta a España. Formado en la cantera de la Real Sociedad (que le hizo debutar en Primera División con tan sólo 17 años de edad) fichó por el Athletic Club a razón de 550 millones de pesetas. Un choque que se daría en 1929 frente a la Real Sociedad. Porque también como otros clubes míticos, como el Real Madrid y el Barcelona, el Athletic Club es un club único que ha jugado siempre en Primera División.
Todo se truncó en la campaña final, 2013. En vísperas de la misma, la empresa Euskaltel decidió disociarse de la Fundación Euskadi, que se vio abocada a completar dos años en la categoría Continental (tercera división mundial) de nuevo con la equipación ‘ikurriña’ antes de retroceder al amateurismo. Aunque tuvo que dejar el patronazgo de la Fundación por conflicto de intereses con su vida deportiva, fue todavía bajo su mandato que Euskaltel volvió a ligar en 2020 su marca con un equipo que ahora competía en ProTeam, camiseta athletic de bilbao la segunda división en la que está encuadrado como ya lo estuvo en sus primeros pasos hace tres décadas. Un atuendo que se popularizó bajo palos y qué quizá fuese el amuleto para la vuelta del éxito de porteros de talla internacional, que hasta el momento parecían escasos en las filas rojiblancas. Pero poco se habla de la soledad que se siente bajo palos y la responsabilidad en partidos que pueden decidirse en un simple descuido. Leyenda del club rojiblanco en el que militó durante 15 temporadas convirtiéndose en el tercer jugador con más partidos oficiales de su historia con 514 (únicamente superado por Iribar con 614 y Txetxu Rojo con 541. Además fue internacional absoluto con la selección española en 53 ocasiones en las que anotó 12 goles.
Capitán del mejor Athletic de la historia, el que ganó las Ligas en la 1982/83 y en la 1983/84, la Copa del 84 y la Supercopa de España del 85, jugó 302 partidos en las filas del Athletic Club entre 1974 y 1986. Es conocido por méritos propios como el gran Capitán de la historia del club vasco. Todavía hoy resuenan los ecos de aquellos días de vino y rosas: de Iban Mayo ganando en el Alpe d’Huez y firmando una exhibición histórica en la cronoescalada al Mont Ventoux del entonces conocido como Dauphiné Libéré; de Roberto Laiseka coleccionando triunfos en cimas de postín; de Haimar Zubeldia firmando puestos de honor por doquier; de Samuel Sánchez hollando alturas insospechadas. Ha quedado inscrita en la gran historia del Athletic que el cambio de los colores del club se produjo por un despiste involuntario de Juan Elorduy, un directivo de la entidad, que no pudo comprar las camisetas blanquiazules que el equipo había vestido hasta entonces, y que se decidió a adquirir otras de rayas rojas y blancas, que encontró en Southampton, ya casi a punto de embarcar de regreso a Bilbao.